Aapresid muestra preocupación por el avance de la labranza
La entidad manifestó su preocupación por el aumento de la superficie que se está laboreando en Argentina.
Además de profundizar en las posibles causas que llevan a los productores a tomar la decisión, los profesionales hablan de consecuencias graves.
Un comunicado emitido por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) a fines de 2021 puso en alerta al sistema agrícola conservacionista. Es que la adopción de la Siembra Directa (SD) cayó en 2021 un 3% en relación al período anterior. Si bien las causas de esta situación pueden ser variadas e incluso estar relacionadas al costo de los insumos, hay consecuencias sobre el recurso suelo que pueden ser duras e irreversibles por el avance de la labranza.
“Más allá del valor, lo que preocupa es la curva de tendencia”, sostiene Marcelo Arriola, investigador del Sistema Chacras de Aapresid. Por su parte, David “Bachi” Roggero, presidente de la institución, amplió la preocupación.
“Más que la cantidad de hectáreas, no significa lo mismo labrar la tierra en una zona con suelos predominantemente arenosos, que en Entre Ríos o la zona núcleo. Es que tenemos diferentes tipos de suelos”, remarcó Roggero,
Datos que se deben revertir
En comparación con la campaña anterior, donde el porcentaje de adopción de la SD ascendía al 92%, en la última medición esa cifra disminuyó un 3%, según datos de la Bolsa de Cereales.
“Queremos destacar que se necesitan al menos 20 años sin intervenciones del suelo para alcanzar la estabilidad del sistema y lograr que se visibilicen todos los beneficios de la Siembra Directa. Cada labranza que hagamos nos retrotrae al día cero”, coinciden los especialistas.
“Minimizar el efecto de las labranzas, porque el disco es chico o porque es superficial, no tiene sentido, ya que justamente estamos hablando de la capa del suelo donde hay más actividad biológica y mayor porcentaje de matertia orgánica”, resaltó Arriola.
La importancia de la Materia Orgánica (MO)
En los inicios de Aapresid, los pioneros de la SD tenían el desafío de demostrar que aquello que el hombre venía haciendo hacía más de 5000 años, era incorrecto.
Además, debía imitar el funcionamiento de la Naturaleza, “donde cada planta nace sin que nadie venga a mover el suelo”. Sin embargo, ésta no es una cuestión ideológica, lo respalda la ciencia. Básicamente “estamos evitando una oxidación demasiado rápida de la MO. Y que ésta se transforme en dióxido de carbono y termine yéndose al medio ambiente, a la famosa capa de gases de efecto invernadero”, explicó Roggero.
“Uno de los aportes a esta capa de gases, es aquel trabajo que hace el productor agropecuario cuando labra la tierra y parte de esa MO se transforma en dióxido de carbono y termina en la atmósfera”, continuó el presidente de la entidad.
En cuanto a la importancia de la MO, Arriola resaltó que “es una forma de cuantificar la vida del suelo”. Desde el aspecto químico, provee de nutrientes a los cultivos que sembramos y que luego cosechamos y nos dan de comer.
Por otra parte, ayuda a que el suelo esté “más esponjoso” y tenga buena circulación de oxígeno y de agua, lo cual hace que sea más fértil desde el aspecto físico.
Marcelo Arriola es miembro de Aapresid. Se desempeña dentro del Sistema Chacras. Es productor agropecuario es asesor y representa a la regional Pergamino-Colón.
La economía y la labranza
Pasando a aspectos económicos, a nivel global se cuestiona que, a Europa y EEUU, que siempre son vistos como “el desarrollo” y que siguen haciendo siembra convencional, “tan mal no les va”.
Si bien en márgenes brutos anuales puede ser que les vaya un poco mejor, no se está haciendo foco en el recurso suelo. “Cuando se mira el mapa de deterioro de suelos en Argentina, el deterioro existió. Suelos que arrancaron con 70tn de stock de carbono ahora tienen 30tn y ese carbono ya no está, está en la atmósfera”, remarcó Arriola.
A escala local, cuando uno piensa en economía, lo hace a nivel de bolsillo. “Pero si yo pienso en el deterioro al que llevo a mi suelo, ese daño no solo lo pago yo, sino que no pagan las próximas generaciones”, destacó. “Si cuantificamos el deterioro que genera la labranza, la labranza es carísima”, concluyó.
Fuente: ABC Rural