Los kilos, con sustentabilidad
La soja ocupa casi 60% del área sembrada en el paÃÂs y en muchos campos hay monocultivo. En Rosario, un grupo de expertos analizó cómo hacer más sustentable ese esquema, por ejemplo con cultivos de cobertura, y destacó qué elementos tener en cuenta para que los rindes que tienen los productores de punta puedan llegar a los menos avanzados.
A pesar de ser el cultivo más extendido de la Argentina, la producción de soja aún está lejos de su potencial. “Existe una brecha entre los rendimientos alcanzados por los productores de punta y los promedios nacionales; eso indica que todavía hay mucho por crecer”, analizó Pablo Calviño, consultor privado de Tandil. Pero tampoco los agricultores más avanzados han logrado llegar a los máximos posibles del cultivo.
Con miras a achicar la brecha, el asesor sostuvo que la planificación es la etapa de mayor peso en el éxito final de un lote de cultivo, y debe comenzar con la caracterización correcta de los ambientes y un claro conocimiento del contexto.
“En cada lote se debe tener en cuenta la capacidad de almacenamiento de agua, la presencia de napa freática, la fertilidad del suelo, el estado físico-químico en ese momento, y la posición topográfica”, enumeró Calviño en un reciente simposio sobre fertilización realizado en Rosario.
Asimismo, es fundamental caracterizar el clima para evaluar la productividad real de ese ambiente. Según sus investigaciones, “las mayores reducciones de rendimiento se producen por errores groseros: en primer lugar por una mala identificación de los ambientes productivos (hasta el 50 % de pérdidas), luego por problemas de implantación, control de malezas y plagas”. Más atrás en la lista aparecen fecha de siembra, grupo de madurez, barbecho limpio, fertilización (con fósforo y azufre), inoculación, calidad de cosecha y control de enfermedades.
En general, para la Pampa Húmeda, en secano, la clave pasa por hacer coincidir el período crítico del cultivo con el momento de menor posibilidad de ocurrencia de estrés hídrico. Si se cuenta con riego, en cambio, sostuvo que “se deberían reemplazar las estrategias defensivas por las productivas, acortando el ciclo de los cultivares para llevar el período crítico a días largos y máxima radiación, de modo de aumentar el rendimiento y evitar el vuelco”, recomendó Calviño.
Para el consultor, en ambientes de alta calidad el objetivo es capturar la mayor cantidad de radiación solar. Pero cuando hay limitaciones hídricas o térmicas severas, la estrategia debería apuntar a cuidar el cultivo en la etapa reproducgiva (específicamente entre R3 y R5.5) a través de la elección de la fecha de siembra y el genotipo. “En ese período, el cultivo debería ser una máquina a la que le falte la menor cantidad posible de recursos”, aconsejó. Y subrayó que con rotación y fertilización adecuadas se lograron significativos aumentos de rendimiento.
El monocultivo de soja ocupa en la Argentina casi 60% del área total sembrada y es sabido que la producción prolongada de un mismo cultivo lleva a la disminución de su rendimiento. A pesar de ello, “la realidad es que la mayoría hace soja sobre soja; entonces, tenemos que ver cómo producimos lo mejor posible con eso, porque los productores no van a dejar de hacerlo”, dijo Martín Díaz Zorita, investigador del Conicet.
En ese caso, la inclusión de cultivos de cobertura sería una alternativa beneficiosa. “En Córdoba, con esta práctica se obtuvo una mejora de rendimiento de 20% en soja”, destacó Díaz Zorita.
La diferencia importante que existe entre los rendimientos potenciales y los alcanzados, en la producción de soja, “se debe a una combinación entre la brecha nutricional y la brecha por deficiencias de agua”, explicó José Rotundo, de la Facultad de Ciencias Agrarias de Rosario.
En materia de nutrientes, las deficiencias de nitrógeno, fósforo y azufre son las principales limitantes del rendimiento en la zona sojera. Pero, según el especialista, la fertilización, el uso de cultivos de cobertura, de abonos orgánicos y de microrganismos simbióticos contribuyen a reducir esa diferencia.
“Hay investigaciones en curso que indican que el requerimiento promedio de nitrógeno en soja es 12, 19 y 2 veces superior al de azufre, fósforo y potasio”, reveló Rotundo.
Conociendo estos valores se puede definir una fertilización balanceada a fin de optimizar la producción. De acuerdo a sus estudios, la mejor relación nitrógeno, fósforo, potasio y azufre para soja sería 19:2:9:1.