Informe de la UBA critica el fracaso de la cosecha de trigo
La última cosecha de trigo fue la menor en un siglo, no sólo impidió el ingreso de divisas a principios de año, sino que también obligó a Brasil a comprar el cereal en otros destinos.
Ante la próxima siembra del cereal la Universidad de Buenos Aires (UBA) a través de un informe advierte sobre lo que significa una pobre campaña de trigo, no solo en términos económicos sino en rotación de cultivos y en manejo de malezas. Aquí, lo que sostiene el informe del profesor Daniel Miralles de la Facultad de Agronomía:
Con una siembra estimada en 4 millones de hectáreas (frente al promedio histórico de 6,5 millones) la caída de los cereales invernales agudiza la pérdida de la fertilidad del suelo. Además, crecen las malezas resistentes y aumenta el uso de herbicidas con mayor toxicidad.
Un año bastaría para revertir la situación, con políticas adecuadas.
Hay falta de incentivos para revertir la pobre superficie sembrada con trigo, pese a que este año existen buenos contenidos de agua en el suelo para iniciar la siembra y una perspectiva hídrica favorable.
El cepo a la comercialización a través de los cupos de exportación para el trigo argentino impuesto por el Estado, determina que el productor no pueda vender libremente a un precio internacional.
Los cupos a las exportaciones desalientan la siembra porque el agricultor se encuentra con una sensación de incertidumbre, debido a que no sabe si va a poder comercializar sus granos una vez que los coseche.
El productor argentino tiene mucha experiencia en trigo. Es un cultivo tradicional y podría revertir la situación actual muy rápidamente. Sólo falta una decisión política para que se vuelvan a introducir las gramíneas en la rotación de los suelos.
La política comercial asociada al trigo, así como la baja en el área de siembra, genera consecuencias negativas desde los económico y ambiental.
Estamos perdiendo mercados internacionales, principalmente Brasil, que era nuestro principal comprador. Además, desde lo técnico, al salir las gramíneas del sistema agrícola (principalmente cereales invernales como el trigo y la cebada), se pierde el volumen de rastrojos en la rotación y el aporte del carbono que sostiene la fertilidad de los suelos y el potencial de los cultivos.
Han aparecido nuevas malezas cuyo control se realizaba naturalmente con el trigo o herbicidas de amplio espectro, y que hoy se lleva a cabo con agroquímicos más agresivos como los que se usaban en las décadas del 70 y 80.