Calidad y recambio de cera

Es fundamental que las abejas consuman de 4 a 12 kilos de miel para fabricar 1 kilo de cera, dependiendo de la temperatura exterior y del número de abejas en la colmena.


28/11/2019 | Apicultura

La cera de abejas es una grasa que se mantiene sólida a temperatura ambiente. La producen las abejas en una serie de 4 pares de glándulas, que tienen las obreras en la parte ventral del abdomen.

Estas glándulas están en la plenitud de funcionamiento cuando la abeja tiene entre unos 15 y 30 días, aunque vale la salvedad que precisan para ser productivas de un buen aporte de azúcares, de algunos elementos catalizadores que se encuentran en el polen, y de una masa de abejas y una temperatura exterior que les permita, agrupándose alcanzar el punto de trabajo a los 40 grados, temperatura en la cual la es moldeable, y sale en forma de escamas de entre los anillos abdominales de las obreras. Las abejas toman estas escamas con sus mandíbulas, y con una secreción de éstas las pegan unas con otras para ir levantando poco a poco las paredes de sus celdillas. Para ello las abejas se agrupan y forman “pelotas”, o “racimos”, en los que consiguen esos 40 grados de temperatura quemando azúcares y tiritando.

A su vez, es importante resaltar que para que se produzca la cera es fundamental:

– Un suministro de azúcares, floración o alimentación

– Un suministro de polen, floración o alimentación

– Una masa crítica de abejas y una cierta temperatura externa. Si la temperatura externa es demasiado baja, el “escalón térmico” hasta los 40 grados puede impedir la fabricación de cera.

Por esto es fundamental que las abejas consuman de 4 a 12 kilos de miel para fabricar 1 kilo de cera, dependiendo de la temperatura exterior y del número de abejas en la colmena.

Tipo de celdillas y su tamaño

Los patrones de construcción de las celdillas pueden ser diferentes, y como siempre la naturaleza juega a la variación para tener más posibilidades de éxito. (Ver imagen). Además, dependiendo de las condiciones climáticas donde se encuentre el nido de abejas, el tamaño de las celdillas puede variar.

Las máquinas de estampar láminas están estandarizadas a 5,3-5,4 mm para las razas de abeja europeas, aunque están también aquellas que estampan en menor tamaño, para abejas africanas, de 4,8-4,9 mm, y de mayor tamaño 5,6 mm, para hacer láminas de cría de zánganos. Hay un mito popular que índice que la celda pequeña, de 4,9 mm, impide la reproducción de varroa y ayuda a controlarla, pero los trabajos científicos que se han realizado en abeja europea para verificarlo no lo han demostrado, al contrario, los resultados han sido que, al ser la celda más pequeña, la colmena tiene más celdillas por unidad de superficie, cría más, tiene algo más de abejas y consecuentemente más varroa. La abeja africanizada controla varroa por otros mecanismos: su ciclo de operculado es algo más corto, y es extraordinariamente limpiadora, con lo que se crían menos varroas en las celdillas. Las abejas ven una, la muerden y mutilan o matan.

Recambio de cera   Cuando se coloca en un cuadro Layens una lámina de cera estampada, que suele tener unos 100 gramos de cera, las abejas la “estiran”, roen una parte de la lámina y usan esa cera para iniciar el levantamiento de las paredes de las celdillas, y para finalizar el panal, necesitan añadir otros 100 gramos de cera. Cada panal tiene un 50% de cera vieja, de la lámina, y otro 50% de cera nueva, recién producida.

Cuando al cabo de tres o cuatro años se retira un panal, este puede llegar a pesar alrededor de 400 gramos debido a la incorporación de los capullos de la cría, y al polen que pueda contener. Además, se habrán oscurecido y las paredes de sus celdillas se habrán engrosado, disminuyendo el volumen útil y acumulando esporas de los microorganismos que pululan por la colmena, y de los residuos de los acaricidas químicos que aplicamos contra varroa.

Es importante remarcar que la cera no solamente se deteriora con el paso del tiempo sino que también puede ser dañada por un mal manejo tanto en la preparación como en el uso de la misma.

El procesado normal de la cera no elimina todas las esporas de microrganismos, tan solo algunas; las de Loque americana, por ejemplo, aguantan hasta 125 grados durante 20 minutos. Y tampoco elimina ninguna de las moléculas de residuos de los tratamientos químicos contra varroa. Solo algunas pocas cererías hacen procesos de filtrados especiales que sí retienen una parte considerable de esos residuos de acaricidas. Por eso es conveniente programar un recambio de panales. Para ello se deben introducir láminas de cera en la época, cuando las colmenas comienzan a poner pegotes de cera nueva en la parte superior y los cabezales de los cuadros, cuando “blanquean”.

Lo ideal es sustituir cada año el 20-30% de los panales de la cámara de cría. Las láminas de cera nueva se colocarán preferentemente en el extremo más caliente de la cámara de cría, y los panales viejos, de irán desplazando hacia los costados, sin abandonar la cámara de cría si la tienen, hasta conseguir ubicarlos en los extremos; de allá podremos sacarlos cuando tengan miel y no devolverlos ya a las colmenas. Solo cuando haya seguridad de que no va a haber bajadas bruscas de las temperaturas ambientales, diurnas o nocturnas, podremos poner las láminas en medio de la cámara de cría.

La cera, además, cuando no está defendida por las abejas, puede ser atacada por las polillas de la cera; la grande, Galleria melonella, y la pequeña, Anchroia grisella. En realidad, las larvas de estas polillas no comen cera, sino las proteínas que la acompañan; por eso solo atacan a los panales que tienen polen, o a los más oscuros, que tienen capullos de haber criado abejas, ya que están hechos de una proteína parecida a la de la seda. En los panales nuevos, de miel, o en las láminas, las polillas no prosperan.

Calidad de la cera

Es importante remarcar que la cera no solamente se deteriora con el paso del tiempo sino que también puede ser dañada por un mal maneja tanto en la preparación como en el uso de la misma. Las temperaturas superiores a 90 grados, las condiciones y el tiempo de almacenamiento, el enmohecimiento de los cuadros disminuyen su calidad y consecuentemente su posterior aceptación por parte de las abejas.

Hay muchos trabajos que hablan sobre la composición de la cera, que permiten fijar parámetros que debe reunir para ser considerada como tal.

Los más importantes para la de nuestra abeja, Apis mellifera son:

– Punto de fusión: 63 a 65 º C

– Índice de saponificación (cantidad de sosa con la que 1 gramo se convierte en jabón): 89 a 140 mg. KOH/g.

. Índice de acidez: 17 a 24 mg. KOH/g.

– Ratio ésteres/ácidos: 3,0 a 4,3.

– Índice de peróxidos: máx. 0,25 meq O2/Kg.

– Hidrocarburos C21 a C41: 12,8 a 17 % (diferencias con ceras asiáticas)

– Monoésteres C40 a C54: 22,6 a 57 %

– Alcoholes monohídricos C28 a C32: 0,8 a 1,4 %

– Ácidos. grasos C14 a C36: 7,5 a 15,3 %

La mezcla de cera de abejas con otras grasas puede hacer variar el punto de fusión, o la proporción de hidrocarburos o de ácidos grasos. Si la cera es vieja, o está enmohecida, o mal conservada, puede variar su aroma, su acidez, su nivel de peróxidos, y estas alteraciones pueden influir sensiblemente en la aceptación por las abejas, llegando hasta extremos de rechazarlas totalmente y proceder a la fabricación de sobrepanales (ver foto 3).

Efecto sobre la salud de las abejas

Una alta mortandad de cría operculada puede ser también un indicador de alto nivel de residuos de acaricidas en las ceras. Estos residuos quedan en la cera después de los tratamientos, y de ellas pueden pasar al polen almacenado en las celdillas (que puede tener hasta un 8% de grasas). Cuanto más tiempo pase el polen en celdillas de cera con residuos, más residuos de acaricidas pasarán a este. Un período de más de 2 meses de almacenamiento del polen en celdillas de cera con niveles medios de residuos de acaricidas ya es peligroso para la salud de las abejas.

Una alta mortandad de cría operculada puede ser un indicador de alto nivel de residuos de acaricidas en las ceras. Estos residuos quedan en la cera después de los tratamientos, y de ellas pueden pasar al polen almacenado en las celdillas.

Cuando las abejas coman ese polen contaminado, o lo den a comer a las larvas, pueden tener intoxicaciones subletales, que provoquen un mal funcionamiento de su sistema inmunitario, y las hagan más sensibles a cualquiera de los microorganismos cuyas esporas pululan por todas las colmenas. Esto provocará una mortandad de larvas, visible sobre todo en la cría operculada (foto 4), y el nacimiento de abejas con un período de vida más corto y menos ritmo de actividad, lo que conduce a una pérdida de la capacidad productiva de la colmena, y, en algunos casos, si el nivel de residuos es alto o si se juntan otros factores negativos (invernada, malnutrición, nosema, varroa) a su pérdida.     

Fuente: Portal Apicola

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