Productor sigue perdiendo frente a la intermediación
Se consolida la pérdida de valor de la hacienda frente a los costos de la energÃa, salarios y tasas.
El escenario muestra una faena que alcanza para abastecer las necesidades del consumo, una exportación que se reduce al 6,5 por ciento del total de la demanda, con una baja en los volúmenes exportados y una caída del 20 por ciento en los valores FOB.
Un consumo débil, con stocks de carne en cámara, dificultades en la cobranza y una baja del 25 por ciento en el recupero bruto por parte de los frigoríficos con respecto a mediados del año pasado.
En relación a un año atrás, el precio del novillo ha subido sólo un cuatro por ciento, pero el novillito lo ha hecho un 13; el ternero, 20; y la vaca gorda, 43.
Un “efecto marzo” tardío, que se da de modo desigual según las categorías y que marca la pérdida de representatividad del novillo como indicador a la hora de evaluar la evolución del mercado ganadero.
El ternero le gana al gordo
El mercado de invernada está más tranquilo, pero con una demanda que no cede frente a una oferta que crece semana a semana.
Son varias las razones para explicar por qué se sigue pagando por la invernada un notable sobreprecio en relación al gordo: las expectativas favorables para la ganadería por el cambio de Gobierno, la excepcional relación carne/grano, el buen estado de los campos en muchas zonas invernadoras, la necesidad imperiosa de reponer de muchos feedlots vinculados a operadores de la carne, una oferta del destete que hasta ahora se presenta escalonada, criadores que no tienen apuro por vender.
A eso se le suman dos millones de hectáreas que se han dejado sin sembrar, buena disponibilidad de pasto, granos y subproductos, y la idea generalizada de que el ganado es un activo cuyo precio está atrasado.
Márgenes
El precio de la hacienda no sólo ha caído en términos reales (esto es, en relación a la inflación o a la evolución del valor de los insumos), sino que también ha caído en relación al precio final que paga el consumidor argentino, que hoy representa 93 por ciento de la demanda.
Si relacionamos el valor del novillo en Liniers con el precio promedio de los seis cortes al mostrador (asado, picada, nalga, bife angosto, paleta, cuadril), se observa que este cociente tocó un mínimo en el apogeo de la convertibilidad (1999) con un 18 por ciento de “participación” del productor y un valor máximo del 34 por ciento a fines del 2003, justamente después de la megadevaluación que terminó con la convertibilidad.
Hoy ese ratio se ubica en un 22 por ciento, uno de los más bajos de la historia contemporánea. Un nivel que refleja la pérdida de valor del producto carne frente a todo el paquete de bienes y servicios que integran la intermediación: energía, salarios, fletes, seguros, alquileres, tasas, impuestos.
Un economista nos anota que al igual que en el mercado del trigo, la bajísima participación del productor en el precio final obedece también a la falta de “tensión” o competencia que introduce en estos mercados la participación de la exportación.
“El volumen de carne que hay disponible para el mercado interno, unos 60 kilos por equivalente per capita , alcanza y sobra, y permite que todos los involucrados en el consumo interno, sean matarifes, cargadores, supermercados o carniceros ajusten sus márgenes para preservar un determinado porcentaje de ganancia. Como no hay escasez, y además no existe la competencia que para el consumo ha significado históricamente la exportación, el sistema, ante el peligro de una reducción de los márgenes, ajusta hacia abajo”, comentó. Es decir, todas las ineficiencias, o todos los aumentos de costos de intermediación, se ajustan en la cadena de valor hacia atrás, en el precio que se le paga al productor.