Trigo argentino en tierras uruguayas
La Argentina y Uruguay adoptaron caminos disÃmiles. Mientras la Argentina elevó las retenciones y sumó más intervención distorsiva en los mercados, Uruguay siguió el camino inverso, derogando esos impuestos e intervenciones.
La Argentina y Uruguay adoptaron caminos disímiles. Mientras la Argentina elevó las retenciones y sumó más intervención distorsiva en los mercados, Uruguay siguió el camino inverso, derogando esos impuestos e intervenciones, y con resultados a la vista: sus siembras de trigo se triplicaron con gran participación de empresas argentinas, en tanto las argentinas se redujeron a casi la mitad.
Nuestros vecinos y socios del Mercosur han sido beneficiarios de las políticas persistentemente utilizadas en nuestro país en los últimos ocho años. En verdad, no sólo el trigo uruguayo ha recibido semejantes beneficios; también ha salido ganando la ganadería vacuna uruguaya con sus exportaciones de carnes, que hoy son sustancialmente mayores a las argentinas. O incluso las carnes y lanas ovinas, que sufrieron por igual. Sin agotar el tema, cabe citar el caso de la gran fábrica de pasta celulósica situada en una de las márgenes del río Uruguay, la que, según las malas lenguas, pudo haberse montado en territorio argentino.
El trigo, primer cereal cultivado en nuestro país, tuvo tal desarrollo que contribuyó a cimentar la denominación de "granero del mundo" para referirse al territorio argentino. Hoy el mundo produce 700 millones de toneladas de trigo y la Argentina, sólo diez, vale decir el 1,2 por ciento. El derrumbe comenzó con las primeras intervenciones kirchneristas, con controles de precios, que se fueron extendiendo e intensificando con la participación del entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y el apoyo presidencial. La retención del 10%, ya en ese momento insoportable, se elevó al 23%, o sea, casi la cuarta parte del valor del producto. Sobrevinieron a continuación los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) verdaderos permisos de exportación, los cuales permitieron cerrar con gran facilidad el mercado triguero local al igual que con los cupos de exportación. Con la excusa de privilegiar la mesa de los argentinos, fue decayendo la siembra de trigo de casi 6 millones de hectáreas a la mitad, con las consecuencias previsibles. Mientras tanto, Uruguay, tomando conciencia de la realidad, suprimió las retracciones, un símil de nuestras retenciones y otras intervenciones, cambiando la suerte de sus productores y la del país. Hoy para restituir las retenciones el país necesita una ley del Congreso.
Como no podría ser de otro modo, productores argentinos, poco dispuestos a seguir sufriendo quebrantos, decidieron emigrar en busca de mejores horizontes, que por cierto han estado muy cerca. Así, el país vecino, que sembraba 150.000 hectáreas en el año agrícola 2005/2006, pasó a casi 500.000, de las cuales un 40% (es decir, 200.000 hectáreas) provendrían de empresarios argentinos.
Las consecuencias de los citados desatinos de la política agrícola nacional se miden por un pan y harina más escasos y caros; la virtual pérdida de nuestras ventajas arancelarias en el mercado brasileño; una merma importante de las indispensables divisas, y un desconocimiento oficial sobre cómo restablecer la producción por ausencia de un insumo esencial: la confianza. Con retenciones, cupos, ROE y otras malas prácticas, ciertamente no se logrará.
La Nación