La faena puede crecer si la retención se sigue desacelerando
La producción de carne vacuna en el mediano plazo dependerá no sólo de la cantidad de destetes, sino también de la proporción de terneros que el ganadero mantenga en el campo.
A nivel nacional, puede decirse que el 75 por ciento de las vacas ha pasado la época de servicio en excelente estado corporal, mientras que un 15 por ciento del rodeo de cría nacional, ubicado en zonas inundadas, ha sufrido mortandad de vacas y de terneros recién nacidos, además de enfrentar una caída no menor a un 10 por ciento en la preñez estimada.
En las zonas libres de inundación, con una primavera excepcional, el índice de preñez promedio se habría incrementado entre un cinco y un siete por ciento con respecto a un año normal.
Así las cosas, el destete del 2014 podría ubicarse en el orden de los 14,2-14,4 millones de terneros, todavía casi un millón de crías abajo del pico de 15,4 millones del 2007.
En los últimos meses se muestra una tendencia clara a la desaceleración en el proceso de retención iniciado en el 2010, por lo que puede concluirse que la producción de carne vacuna en el mediano plazo dependerá no sólo de la cantidad de terneros destetados, sino también de la proporción de esos terneros (hembras casi todas) que el ganadero retendrá en el campo para incrementar sus rodeos de cría.
La conclusión parece cantada: si la cantidad de terneros destetados crece, y la retención se modera o desaparece, la faena crecerá.
En un caso extremo, si renunciáramos a crecer y nos comiéramos toda la producción anual de terneros, la oferta anual de carne sería hoy de 2,95 millones de toneladas, contra la 2,60 faenadas y ofertadas este año.
Dicho de otra manera: a la retención en marcha, que determina que no todo lo producido se oferte para faena, le debemos una merma en la oferta disponible del orden de las 350 mil toneladas anuales. Si desapareciera ese efecto retención, toda esa carne sería volcada al mercado interno y el consumo debería incrementarse a la fuerza en 8,5 kilos per cápita, con la consecuente caída en el precio de la hacienda.
En los últimos dos años el precio FOB de las carnes argentinas ha tomado una considerable ventaja con respecto al FOB del Uruguay o de Brasil.
Hoy nuestro FOB se ubica en el orden de los 5.800 dólares por tonelada contra unos 4.000 dólares del Uruguay; esto es consecuencia de que lo poco que exporta Argentina, lo hace a precios muy altos, teniendo un peso muy fuerte en este precio artificialmente alto la elevada proporción de Hilton en nuestros menguados embarques.
En el 2003 el precio FOB argentino era de unos 1.468 dólares por tonelada, mientras que en noviembre último –después de que el mundo se nos haya venido encima– era de 5800 dólares.
En rigor de verdad, el precio internacional de la carne, tomando como referencia el FOB de Uruguay (un país normal), creció de unos 1600 dólares por tonelada (res con hueso) en el 2005 a los 4200 dólares en octubre del 2008, momento en que se desencadena la crisis financiera norteamericana.
A partir de entonces, y en menos de un año, el precio internacional cayó un 40 por ciento, para ir recuperándose paulatinamente a lo largo del período 2010-2012; hoy el valor FOB del Uruguay, que tomamos siempre como referencia de los valores mundiales de la carne, se ubica en los 4.000 dólares.
Para explicar el FOB artificialmente alto de la Argentina, que en realidad obedece a un problema de ponderación entre productos, debe explicarse que no sólo hay un elevado peso de la Hilton, que duplica o triplica el promedio de los precios de los otros cortes o productos, sino también una pérdida casi total de los mercados de volumen y precio medio (Rusia, Venezuela, etcétera), donde la Argentina ya no puede competir.
Fyo