En pulverización, la clave está en la gota
Esteban Frola es asesor privado con más de 15 años de especialización en materia de pulverización. A su cargo está el módulo de pulverización de Admite Arroz.
El objetivo de la aplicación en cualquier cultivo y con cualquier producto es lograr un tamaño apropiado de la gota y uniformidad, teniendo en claro qué cantidad se aplicará y a dónde debe llegar el producto. En este procedimiento entran en juego la pastilla, la presión, la distancia ente picos, la tecnología de la máquina y, principalmente, el operario.
Cómo pulverizar con poco agua es una de las premisas propuestas por Esteban Frola, docente de Admite Arroz, que se lleva a cabo en el INTA de Concepción del Uruguay, para quien el tamaño de gota, cuanto más chica, más moja.
En su opinión, una de las herramientas aliada del aplicador es la tarjeta hidrosensible. El paquete vale 50 dólares y trae 50 tarjetas. “Se usan poco pero son fundamentales y permiten ver qué es lo que se está haciendo. Lo que ustedes marcan con tarjeta en el campo siempre es un poco menos de lo que pasa realmente”, aclaró Frola.
“Para un fungicida de contacto, poniendo la tarjeta hidrosensible arriba del cultivo, deberían tener 70 impactos por cm2”, disparó, para agregar además que no hay que superar los 40 litros de agua.
En tamaño de gota, 200 micrones para aplicaciones más difíciles y entre 200 y 300 para hacer un barbecho. “En toda aplicación hay que tratar de evitar las gotas de menos de 100 micrones porque son las que generan deriva, tanto en aplicaciones terrestres como aéreas”, dijo Frola para agregar que las gotas más grandes desperdician producto y las menores a 140 micrones, si son uniformes, hacen que el producto llegue adonde tiene que llegar. “El objetivo es trabajar sobre el tamaño y la uniformidad de gotas, la cantidad, la ubicación y distribución”, insistió.
Un cabello humano mide 75 micrones, el humo de cigarrillo mide 1 micrón, con esa referencia, el docente de pulverización de Admite Arroz recordó que para aplicar bien, por ejemplo, un fungicida, hay que mojar bien pero eso no significa usar mucha agua. En arroz, a partir de 200 micrones de tamaño se comienza a penetrar el cultivo, con 100 la gota llega hasta abajo, que es donde suele estar el problema.
“Muchos de los problemas de aplicaciones se tapan con volumen y dosis. Eso es lo que ha pasado con el glifosato y así se ha logrado tanta resistencia en las malezas”, apuntó. “Mientras los productores sí planifican y regulan la sembradora antes de la siembra, no hacen lo mismo con la pulverización”, reflexionó.
A la hora de las recomendaciones, el asesor disparó: Hay que cuidar la aplicación, la distancia pareja del botalón y la altura. Hay que respetar la altura de la maleza más alta, usar antievaporante para que la gota no se achique en el viaje y no se evapore ante determinadas condiciones ambientales. Para corregir la deriva hay que cambiar el tamaño de gota. Aumentando el 26 % el tamaño se duplica el peso de la gota. Una gota de 100 micrones tirada de 3 metros de altura tiene una deriva de 14.6 metros. Para evitar la deriva, en el sector de la cabecera se puede hacer con menor velocidad y gota más grande.
Sobre el viento, Frola aseguró que es un aliado de la aplicación. Siempre que haya viento se puede saber hasta dónde llega la aplicación. No es lo mismo un viento de 15 km a la mañana que al mediodía, depende de la inversión térmica. El viento mueve el cultivo y permite que el producto penetre.
Por la tarde, en grupos, los asistentes recorrieron la plaza de maquinaria para conocer algunas de las novedades que tienen las empresas para ofrecer a los productores arroceros. Es el caso del banderillero satelital y mapeador de la firma Geosistemas, o los productos correctores de PH de AgroSpray, los modelos de pulverizadora de Jacto, especialmente adaptados al cultivo de arroz, con barras con péndulo, niveladores para taipas y mando de pulverización electrónica y las pulverizadoras Metalfor, como la Futur 3000, con barras flotantes autonivelables.
Todos los conceptos pudieron ser comprobados por los asistentes más tarde, cuando llegó el momento de las demostraciones a campo con la oportunidad de regular las máquinas en acción. Así, las pulverizadoras terrestres se sumaron a un avión aplicador que sobrevoló el campo de la Experimental de INTA en Concepción del Uruguay.