Bajante: causas y consecuencias de una crisis ambiental

La bajante del Paraná aparece entre los peores desastres climáticos del 2021 y los indicadores para este año no son nada favorables.

17/01/2022 | Región en alerta

La situación trae aparejadas diversas complicaciones ambientales, como las dificultades para la reproducción de la fauna ictícola y la predisposición a los incendios, así como también económicas, como el incremento en los costos logísticos para las exportaciones agropecuarias.

Pero además empiezan a aparecer dificultades en el suministro de agua y las concesionarias provinciales deben invertir para acceder y potabilizar el agua de un río cada vez más flaco. ¿Cuándo termina esto? Nadie se anima a proyectar.

El miércoles 12 de enero la altura del agua en Santa Fe fue de menos 43 centímetros (-0,43) unos 65 centímetros menos que lo registrado el viernes 7 de enero, cuando la altura fue de 22 centímetros por encima del valor de referencia.

Las mediciones del inicio del año siguen la tendencia de lo que fue el 2021, cuando la bajante del río fue incluida dentro los mayores desastres climáticos y los que mayores costos económicos generaron: ocupó el puesto número de 11 en una lista de 15 fenómenos naturales, entre los que se encuentran el huracán Ida en Estados Unidos, las inundaciones en Australia y el Ciclón Tauktae que afectó gran parte de la costa oeste de India.

El informe realizado por la organización Christian Aid da cuenta de que el Paraná mostró sus niveles más bajos en los últimos 77 años y eso genera consecuencias en Brasil, Argentina y Paraguay: “Las precipitaciones en los cuatro estados que rodean la cuenca alta del Paraná se han desplomado a la mitad de sus promedios diarios durante la década de 1990”.

Para Juan Borus, hidrólogo del Instituto Nacional del Agua (INA), la bajante se explica a partir de una sequía generalizada que comenzó en junio de 2019 y que no se manifestaba en forma “tan intensa y persistente” desde hace casi 80 años.

Lo que se hace difícil de observar es cuándo puede llegar a normalizarse la situación, porque la variabilidad climática cada vez más ágil reduce la capacidad de proyección: “Antes uno tenía un horizonte de perspectiva de clima. Pero en estos últimos años está comprobado que pensar más allá de los tres meses es prácticamente una odisea”.

En la reunión mensual del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) del pasado 29 de diciembre se hizo una estimación de la situación climática con el horizonte puesto en el 31 de marzo. “Eso es lo que tenemos como referencia y claramente no es favorable para que haya una recuperación. Al contrario, podría llegar a acentuarse la situación”, evaluó el especialista en declaraciones a Suma Política.

¿Cambio climático?

El informe citado sugiere que el cambio climático “podría haber contribuido a la sequía continua” que provoca la bajante. No obstante, para Borus hay que esperar para poder determinar cuánto de la bajante responde al cambio climático y cuánto a una cuestión natural y el pulso del propio río.

Un indicio que permite hablar de cambio climático tiene que ver con la variabilidad. Es decir, pasar de situaciones “de muy poco a mucho y de mucho a muy poco” con mayor frecuencia que antes. Esa aceleración de procesos extremos es una característica que permitiría hablar de cambio climático pero, aun así, es tan difícil afirmarlo como desmentirlo.

“Entre esos dos extremos hay algún punto exacto de verdad que no lo tengo claro para nada y que va a haber que esperar a que todo esto termine. ¿Cuándo? Nadie tiene la menor idea porque no hay indicios de que vaya a terminar”, sostuvo el especialista.

Sin embargo, el hidrólogo tomó como referencia las extrapolaciones que hizo el Panel Internacional de Cambio Climático sobre la tendencia a largo plazo en la Cuenca del Plata, donde se advirtió que los caudales aumentarían en lugar de reducirse.

“Es una situación muy particular que pone en duda a los propios climatólogos a la hora de relacionarlo con el cambio climático”, planteó y agregó: “Si el cambio climático estaba sugiriendo que vamos a ir teniendo mayores caudales, ¿cómo puede ser que tengamos ahora una bajante tan pronunciada y una situación tan persistente? Hay que esperar  y hacer un análisis cuidadoso para tener bien caracterizada esta situación”.

Menos agua, más fuego

Si uno se para en la costa del río la bajante se observa con facilidad. Lo que es más difícil de advertir es cómo de a poco van desapareciendo lagunas, riachos y arroyos que están metidos en la profundidad del humedal. Y esto impacta de lleno en la fauna ictícola que busca esos lugares para reproducirse y luego volver al cauce del río.

“Hoy todo eso está desaparecido, es prácticamente tierra. Y genera una merma importante en este tipo de fauna”, explicó Matías De Bueno, director del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

Pero el abogado especializado en derecho ambiental también puso el foco en los cambios del uso del suelo y las problemáticas ambientales que esto trae aparejado. A principios de diciembre distintas organizaciones ambientalistas denunciaron la puesta en venta de terrenos ubicados en la isla Irupé, jurisdicción de Victoria, Entre Ríos, frente a la localidad santafesina de Villa Constitución.

Se trata de una zona protegida de 10 mil hectáreas —poco menos que la zona urbana de Rosario— que se ofrece con galpones, silos, corrales, bombas de agua y toda una infraestructura armada para la siembra y el engorde de animales.

Para De Bueno, estos emprendimientos en zonas donde había montes, humedales u otros tipos de ecosistemas, alteran los regímenes de lluvia, con el agravante de que cuando venga la crecida no va a tener resistencia: “El humedal tiene su pulso en donde también contiene las inundaciones abruptas. Hoy no hay agua. Pero en algún momento va a venir toda el agua junta y no va a haber forma de contener todos esos excesos hídricos”, dijo.

Esto tiene una relación directa con los incendios que en Rosario y la región vienen registrándose casi sin frenos desde marzo de 2020. “Por un lado los incendios se producen para generar una transformación en el uso del suelo y esa transformación altera los regímenes pluviales. Y al mismo tiempo, al no tener agua en los distintos lugares, cuando se prende fuego no hay forma de frenarlo y arrasa con todo”, explicó el especialista. “Es un círculo vicioso”, graficó.

El 4 de enero pasado, el ministro de Ambiente de la Nación, Juan Cabandié, compartió una suerte de balance del año en donde compara las superficies quemadas desde 2017 al 2021. La infografía da cuenta de que el año pasado cerró con el nivel de superficie quemado más bajo en los últimos cinco años.

Sin embargo, el dato contrasta con los números que manejan las organizaciones ambientalistas y la percepción de las localidades de la región que se vieron afectadas por el humo que llegó desde las islas a las zonas urbanas.

Poco a poco van desapareciendo lagunas, riachos y arroyos que están metidos en la profundidad del humedal. Y esto impacta de lleno en la fauna ictícola que busca esos lugares para reproducirse y luego volver al cauce del río.

Los números publicados por el Gobierno nacional se basan en los datos aportados por el Servicio Nacional del Manejo del Fuego, en donde Santa Fe, llamativamente, es la segunda provincia que menos superficie reportó con 102 hectáreas, solo por encima de Tierra del Fuego.

El referente del Observatorio Ambiental sostuvo que el comunicado de Cabandié “parece una burla” para los ciudadanos de la región. “Planteó que en 2021 hubo unas 330 mil hectáreas quemadas, presentándolo como uno de los números más bajos, cuando nosotros vemos que hay prácticamente 300 mil hectáreas que se quemaron solo en la zona del PIECAS y donde tenemos actualmente más de 700 focos activos”, cuestionó.

Más difícil navegar, más caro exportar

El río Paraná también es la principal vía de salida de los productos del complejo agroindustrial argentino y la bajante trae dificultades en ese sentido. Desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimaron que la necesidad de cargar menos toneladas por buque, la obligación de relocalizar las cargas hacia otros puertos más lejanos y la ralentización de ritmo de embarque, generó costos extras por 315 millones de dólares para el sector agropecuario exportador, entre marzo y agosto del año pasado.

La entidad también calculó que entre enero y setiembre del 2021 se perdieron unos 620 millones de dólares en exportaciones de harina y aceite de soja. Según el informe, esos productos se embarcaron “con precios que limitan el ingreso de dólares a la Argentina, en vistas de la menor competitividad de la mercadería argentina y las severas dificultades en la logística portuaria por el escaso caudal de la Hidrovía Paraná-Paraguay a la altura de Rosario”.

Además, la bajante impactó de lleno en lo que es la participación del Gran Rosario en los embarques argentinos, siendo la más baja en 23 años. Se estima que durante el 2021 los embarques desde las terminales que se encuentran entre Arroyo Seco y Timbúes alcanzaron los 69,8 millones de toneladas, unas 225 mil toneladas menos menos que en 2020.

Se trata del tonelaje más bajo desde el 2018, pero con un agravante: en ese entonces, todos los puertos del país vieron reducidas sus cargas producto de una fuerte sequía; en esta oportunidad, la caída de los embarques del Gran Rosario va en paralelo con un incremento en las toneladas totales despachadas desde Argentina hacia el exterior.

Durante el 2021 los embarques desde las terminales que se encuentran entre Arroyo Seco y Timbúes alcanzaron los 69,8 millones de toneladas, unas 225 mil toneladas menos menos que en 2020.

“Lo que nos empieza a preocupar este año es que nuevamente en el verano las lluvias han estado muy por debajo de lo normal y no logró recomponerse el caudal de agua. Con lo cual estamos otra vez en niveles negativos para comienzo del 2022”, evaluó Emilce Terré, jefa de Estudios e Informaciones Económicas de la BCR.

Como contrapartida de la situación en el Gran Rosario, el fenómeno de bajante significó un crecimiento en los puertos oceánicos del sur de Buenos Aires. Los embarques en las terminales de Bahía Blanca representaron el 14 % del total —tres puntos por encima del 2020— y se estima que desde el sur bonaerense se embarcaron más de 13 millones de toneladas de granos durante el año pasado.

“Hay una relocalización de las cargas. Pero la relocalización es cara, porque vos no tenés la logística necesaria como para despachar granos que están en nuestra región, en el sur de la provincia de Buenos Aires. Lo tenés que llevar por camión y es muy caro. Con lo cual toda la cadena agroindustrial se resiente porque está perdiendo. Está aumentando los costos de exportar”, explicó Terré.

Algo sabe mal en el agua

Con el comienzo de la sequía también se iniciaron las reuniones entre funcionarios y especialistas hídricos de los tres países que comparten el río Paraná. Y ahí las preocupaciones quedaron bien diferenciadas: mientras que en Paraguay la inquietud pasaba por la salida de las cosechas de la soja concentradas sobre el este del país, en Brasil lo que importaba era el cuidado de las reservas de los embalses, fundamentalmente para la generación de hidroelectricidad.

En el caso de Argentina, en cambio, la preocupación se concentró en que las tomas de agua urbana tengan los niveles suficientes de agua para funcionar correctamente.

Semanas atrás fueron múltiples las quejas de usuarios rosarinos y santafesinos que advertían sobre un gusto raro en el agua de red. Desde Aguas Santafesinas (ASSA) compartieron un breve comunicado en redes sociales en el que explicaban que el fenómeno se debía “al incremento de sustancias naturales que se encuentran en el río Paraná” producto de la menor circulación de agua en el volumen del río, pero aclarando que se trataba de agua apta para el consumo humano.

A esta situación, desde el INA sumaron la preocupación por la crecida del río Bermejo que si bien no es suficiente como para tener un impacto significativo en la bajante del Paraná, sí presenta una alta concentración de sedimentos que podrían cambiar el color del agua hacia un tono más rojizo.

“Esta situación podría traer aparejadas dificultades en la potabilización del agua, por el mayor contenido de sedimentos, impactando en la producción de agua potabilizada”, advirtieron en un comunicado.

Respecto a este punto, Borus alertó que, si la situación ya es complicada por la bajante, la aparición de sedimentos complicaría aún más la extracción de agua: “En condiciones normales la toma de agua tiene un costo. En una situación como la actual ese costo es mucho mayor porque hay que adaptar las tomas y las logísticas, porque la calidad del agua en niveles tan bajos es peor y tiene una mayor concentración de contaminantes. Y con la presencia de sedimentos es más problemático todavía”.

“En condiciones normales la toma de agua tiene un costo. En una situación como la actual ese costo es mucho mayor porque hay que adaptar las tomas y las logísticas…”

Durante todo el 2021 Aguas Santafesinas debió hacer mejoras en su infraestructura y las plantas potabilizadoras que se abastecen directamente desde el río Paraná. Según informó Hugo Morzán, presidente de la entidad, en la ciudad de Santa Fe se agregaron cuatro bombas sumergibles en la toma del río Colastiné, mientras que en la toma Hernández se colocaron tres bombas sumergibles y se les dio profundidad a los tubos de aspiración de las bombas del muelle.

En el caso de Rosario, la planta tiene un sistema particular de captación con un tubo de aducción donde captan las bombas sin muelle. Allí se renovó una bomba que permite captar más de 3 mil metros cúbicos por hora y se agregaron tres bombas centrífugas que permiten mantener el rendimiento del parque de bombas de agua cruda. También hubo adecuaciones en las tomas de Reconquista, San José del Rincón y Monje. El monto de la inversión total se estima en unos 500 millones de pesos.

¿Qué puede pasar?

Desde el Observatorio Ambiental de la UNR, no plantean un escenario favorable para el 2022. “El río está por debajo de cero, es decir que están faltando entre 3 y 4 metros de agua para que el cauce vuelva a tener una altura media”, señaló De Bueno.

Y puso nuevamente el foco sobre el tema incendios: “La perspectiva es bastante compleja porque la sequía va a continuar durante todo el verano. Lo que hay que hacer es adaptarse a este tema, conocer qué recursos se van a poner a disposición y es muy importante que funcionen los sistemas de alerta temprana para que ni bien aparezca un foco de incendio pueda combatirse rápidamente”.

Por su parte, Borus remarcó que los suelos de la región están teniendo una humedad mucho menor que su condición natural: “Lo primero que tiene que ocurrir es que se normalice el patrón de lluvias regional. Pero eso no va a alcanzar. Tiene que haber lluvias por encima de lo normal para que eso acelere el proceso de normalización de humedad de suelos. Recién ahí los excedentes van a pasar a los afluentes y a los ríos Paraná y Paraguay. ¿Cuándo va a ocurrir esto? Es muy difícil saberlo”.

No obstante, el hidrólogo se animó a plantear dos escenarios extremos, uno en donde el fenómeno de sequía se extienda durante el 2022 y otro en donde el río empiece a crecer de imprevisto. “En el primer caso, todo este año tendríamos un caudal del rio Paraná por debajo del valor normal, quizás por encima del límite de aguas bajas, pero por debajo del promedio habitual.

“Pero si, por el contrario, se diera una situación climática en la que se acentúa el cambio regional, perfectamente podríamos tener una creciente del rio Paraná, Iguazú y hasta inclusive de la cuenca media del Paraguay. Y con esto tener un cambio brusco que haga que tengamos un pasaje de valores de caudal del orden de 7 mil metros cúbicos por segundo, como tenemos ahora, a tener 25 mil. Cualquier cosa puede ser”, evaluó.

Fuente: sumapolítica.com.ar | El ABC Rural

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