Diez años de “desacople”...
Hace diez años se inauguró la saga del "desacople": independizar los precios internos respecto de los internacionales. Los tres productos de la mesa de los argentinos, carne, leche y trigo, fueron el blanco elegido.
Hace diez años, ya en los albores de la era K, se inauguró la saga del “desacople”: independizar los precios internos respecto de los internacionales. Los tres productos emblemáticos de “la mesa de los argentinos”, la carne, la leche y el trigo, fueron el blanco elegido por el experimento K. Ahora, mientras arrecia el discurso de la década ganada, parece buen momento para un balance más realista.
En estos días ganó la calle la noticia de que Paraguay también había relegado a la Argentina en el tablero de los principales exportadores de carne vacuna. Un tanto por mérito guaraní, pero mucho más por “default” pampeano.
La herramienta para el desacople fueron los derechos de exportación. La idea no era nueva, y tiene vigencia en muchos cenáculos económicos. Creen que una forma de darle competitividad a la economía es mantener bajos salarios, para lo cual hay que abaratar los alimentos. Y para esto, el facilismo de las retenciones.
En el caso de la carne vacuna, primero se quitaron los reintegros. Luego se subieron los derechos de exportación al 20%. Y se llegó incluso, por decisión del entonces presidente Néstor Kirchner, a suspender la exportación. La imagen del desembarque de containers ya cargados, con el presidente vociferando “yo les voy a dar la carne que les niegan los ganaderos”, presagiaba la debacle.
La desconfianza ganó los campos. Se inició una violentísima liquidación de stocks. La peculiaridad de la ganadería es que la fábrica es también el producto final. Una vaca, la máquina herramienta, es también carne. En una fábrica de tornillos, cuando no se venden tornillos, se liquidan los tornos. Pero no hay más tornillos en el mercado. En el caso de la ganadería, si se liquidan los vientres, hay más carne en la góndola. Esto exacerba la tendencia. Una fiesta del consumo.
Y la exportación, porque a esos precios tan bajos era fácil colocar los excedentes. La mesa de los argentinos se masticó 10 millones de cabezas. El experimento K, un éxito… Hasta que, de pronto, no hubo más. Los precios se dispararon, el novillo argentino, salud!, llegó casi a precios europeos. La exportación se paralizó, y el consumo tuvo que pagar por el asado lo que nunca en la historia.
Con la leche, algo parecido. También prohibición momentánea de embarques, cuotas y suba de derechos de exportación. Década ganada: este año se alcanzarán los 10.000 millones de litros. Lo mismo que en 1998. Eso sí: con menos vacas, menos tambos y menos tamberos. Las comparaciones son siempre odiosas, así que no comentaremos nada sobre la evolución de la lechería en Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia en estos diez años.
Pero sí vamos a hablar del trigo, que hoy vale más que la soja (cuando siempre costó la mitad). Hoy vale más de 350 dólares la tonelada. La harina vale 200 pesos la bolsa de 50 kilos, sin que haya podido trasladar linealmente el aumento del trigo. Consecuencia de la escasez.
Y la escasez no es porque se exportó mucho, sino porque venimos de dos campañas raquíticas. A pesar del poderoso arsenal tecnológico que acompaña al cereal, y de la necesidad (que todo el mundo tiene clara) de meterlo en la rotación, los chacareros le huyen.
Entonces, la noticia de que Paraguay nos desplazó en el mercado de la carne vacuna queda del tamaño de un poroto.
La realidad es que a estos precios del trigo en el mercado interno, la molinería está en posición de importarlo. Como Brasil, que ya padeció el “default” triguero argentino y tuvo que acudir a Rusia y Ucrania. Aclaro, por las dudas: no se está diciendo que se va a importar trigo. Pero sí, que el que tenga una partida de calidad panadera, lo va a hacer valer. Y como el mercado no es una entelequia, el precio va a tender al de importación. Década ganada.
Lo que no entra por la puerta, entra por la ventana.
Fuente: ClarÃn Rural