Para los productores, diez años perdidos
Hoy se cumplen diez años desde la llegada del kirchnerismo al poder. Y por más que quieran, desde el relato, instaurar la idea de la "década ganada", creo que para los productores fueron todo lo contrario: perdimos oportunidades, competitividad, desaparecieron productores y se profundizó la concentración.
Al asumir Néstor Kirchner, muchos creímos que podría ser cierto que se llevaran adelante medidas progresistas. Pensamos que aplicaría medidas para favorecer a los más débiles, definiendo al pequeño y mediano productor como sujeto agrario de las políticas públicas, y vimos posible que se hicieran realidad las históricas banderas federadas: una ley de arrendamiento, una reforma tributaria progresiva, una ley de tierras integral, una agricultura con rostro humano, por ejemplo. Sin embargo, esto no fue así. Durante el kirchnerismo, el discurso fue por un lado, pero en la realidad se siguió concentrando en todas las producciones, en beneficio de unos pocos mientras se expulsaba a miles de chacareros, que no podían competir con los pooles, y volvían a ver que (como en los años noventa, menemistas neoliberales) estaban en peligro de desaparición. Con mucha tristeza veíamos que los pueblos perdían vigor, que la gente dejaba la actividad y los jóvenes migraban a las ciudades por falta de oportunidades.
Y este proceso se profundizó con la llegada de Cristina Fernández, en cuyo gobierno crecieron las sospechas de corrupción y la pérdida de calidad institucional. Hay que recordar que apenas llegó al poder, quiso establecer a través de la 125 una mayor presión impositiva, sin distinciones de escala. Y así comenzó la crisis que nos tuvo resistiendo por casi 130 días en las rutas, con el respaldo de los habitantes de las ciudades que no coincidían con el autoritarismo ni la confiscación.
Finalizada la crisis, empezó para nosotros una etapa de más destrato en la que pareciera que el Gobierno busca tomar venganza por esa resistencia que protagonizamos: a nosotros nos quitaron herramientas de financiamiento, avanzaron contra el Renatre, la SRA y Coninagro. Buscaron fomentar internas en las entidades; dijeron que no teníamos representatividad -desconociendo nuestros cien años de historia como entidad gremial- y les dieron la espalda a la voluntad de miles de productores que nos eligieron para conducir sus reclamos. Eso, sumado a las múltiples adversidades que nos hicieron padecer por la aplicación de estas políticas agropecuarias. Las variables económicas están desequilibradas, se pierde competitividad (y esto se ve a lo largo y ancho del país, como manifestaron los productores en las nueve asambleas de la Comisión de Enlace) y hay distorsiones, generadas por la Secretaría de Comercio Interior, que favorecen a sus amigos, nos dejan sin perspectivas a los productores y perjudican a los consumidores.
En este contexto, para los productores, es casi una ironía que el ministro Norberto Yauhar o la Presidente nos hablen de una década ganada. Hemos desaprovechado un tiempo histórico inigualable, con excelentes condiciones y oportunidades para nuestro país, por la aplicación de políticas erráticas, incoherentes y tendientes a beneficiar a unos pocos. Hemos visto que nos cuentan un cuento en los discursos pero que nuestra realidad es totalmente diferente, y eso nos llena de frustración. Nos pasamos todo este período explicándole a la sociedad por qué no era cierto que éramos oligarcas, destituyentes, ni especuladores.
Queremos producir en nuestros campos, y seguir dándole riqueza económica, pero también social y cultural a nuestro país y a nuestros pueblos. Sólo es cuestión que no nos asfixien. Que no nos agredan. Y que no nos cambien las reglas de juego recurrentemente.
Creemos que aún hay tiempo. Cristina Fernández puede generar los cambios que se necesitan para hacer realidad el país que cuenta en sus discursos. Esperamos, en este nuevo aniversario de nuestro primer gobierno patrio, que finalmente podamos lograr una Argentina justa y con oportunidades para todos, sin corrupción y con verdadero progresismo.
Fuente: La Nación