Agregado de valor abre nuevas perspectivas en trigo
Argentina tiene posibilidades de crecer en el mercado de las pastas, si mejora la inserción en los paÃses en los que no tiene presencia.
"Toda cadena de valor se ordena detrás de una demanda, y hoy vemos que se están pidiendo alimentos procesados. Tenemos que ajustar lo necesario para satisfacer esa demanda, además de seguir creciendo como exportadores de harinas y trigo”. Con esas palabras cerró el encuentro de actualización en trigo Santiago Labourt, presidente de la Asociación Argentina de Trigo (ArgenTrigo). El evento estuvo organizado por organización que nuclea a la cadena del cereal y se realizó en la Bolsa de Cereales de la Ciudad de Buenos Aires.
“Pedimos por un comercio sin restricciones, ya que no hay posibilidad de desarrollarnos en el contexto actual. Vemos una actitud positiva en este sentido por parte del Ministerio de Agricultura, y esperemos que se siga en ese camino”, destacó Labourt, y agregó: “Por nuestra parte, debemos apuntar al mediano y largo plazo, y recordar que la fortaleza de la cadena está definida por el eslabón más débil”.
El segundo panel del encuentro, moderado por Ramiro Costa, de la Bolsa de Cereales, estuvo dedicado a desglosar las tendencias y oportunidades para la cadena del trigo en los mercados americanos, y a analizar el agregado de valor.
Juan Manuel Garzón, de IERAL, comenzó su charla señalando que a pesar de ser una región que produce alimentos en exceso, América Latina tiene problemas de desnutrición y grandes desigualdades entre los países que la componen, así como también hacia el interior de sus economías. Sin embargo, según el especialista, en los últimos 10 años la región creció, y algunos problemas se están corrigiendo: “Esto da un escenario favorable para América Latina, que tiene un buen acople con las economías asiáticas, lo que nos va a facilitar el proceso de crecimiento”, destacó.
Según Garzón, la apertura comercial de algunos países latinoamericanos, como Colombia, Perú y Chile, es el fundamento de su crecimiento, y señala un camino a seguir por los países de la región.
Las tendencias
Garzón señaló que en el mercado latinoamericano existen 19 países compradores netos de trigo (que compran más de lo que venden), mientras que sólo existen 3 exportadores netos: Argentina, Paraguay y Uruguay. Según el analista, se importan en la región 18 millones de toneladas al año de trigo, 1,6 millones de toneladas de productos semiprocesados y 600 mil toneladas de alimentos procesados.
“Latinoamérica está comprando la misma cantidad de trigo que hace 10 años, pero las importaciones crecieron un 5% en semiprocesados y 6% en procesados. Esta característica se extiende también al mundo, donde crece el comercio de trigo, pero donde el incremento es mayor es en semiprocesados y procesados”, señaló Garzón.
El analista explicó que el país que más hizo crecer la demanda de harina en los últimos años fue Brasil, que concentra el 52% de las importaciones, seguido por Bolivia, con un 18%. En ambos países, Argentina tiene el 90% del mercado. Además, detenta un 73% del mercado de toda la región. Por eso, Garzón recomendó estar atentos a no perder la competitividad en este apartado y prestar atención a cómo evoluciona la situación especialmente en Brasil.
El mercado de pastas se encuentra más repartido: Argentina exporta unas 36 mil toneladas, lo que representa un 11% del mercado de pastas latinoamericano, con algo de presencia en Chile, pero poca o nula en Brasil y Centroamérica. “Éste es un mercado de 200 mil toneladas al año en el que Argentina tiene posibilidades de crecer si mejora la inserción en los países en los que no tiene presencia”, indicó Garzón. La situación es parecida en los mercados de galletitas y de productos panificados varios, ambos también de 200 mil toneladas anuales.
Para Garzón, la región seguirá creciendo y habrá más apertura comercial, lo que facilitará el ingreso de productos semiprocesados y procesados en esos mercados. “El desafío consiste en fortalecer los eslabones más débiles de la cadena y potenciar acciones colectivas, agregando know how y escala en productos semiprocesados, así como también optimizar el capital humano especializado para los procesados”, señaló.
“El otro gran desafío es colectivo: definir marcos legales estables y claros, construir redes de información, desarrollar infraestructura, multiplicar las negociaciones comerciales e invertir en innovación y desarrollo”, concluyó.
Valor agregado
Luciano Cohan, de la consultora Elypsis, brindó su perspectiva sobre el valor agregado en la cadena, basándose en una investigación que se encuentra desarrollando desde hace 4 años junto a otros colegas. “En esta investigación quedó de manifiesto que la respuesta de los productores a la variación de los precios es muy elástica, y que por lo tanto, una reducción de un 10% en los derechos a la exportación crearía un círculo virtuoso, que incluso compensaría lo perdido en recaudación, por vías indirectas”, resaltó.
Otra pata de su investigación es la brecha tecnológica por zona: “Hicimos un trabajo muy fino para entender el perfil tecnológico de la cadena, con 160 entrevistas a referentes tecnológicos de cada zona. Así definimos 3 niveles tecnológicos por región, intentando determinar cómo se distribuye la brecha tecnológica que existe en cada una de ellas”, contó Cohan, para luego explicar: “A partir de este tipo de análisis se pueden trazar estrategias para reducir esas brechas”.
“Si incorporamos un nuevo paquete tecnológico que agregue costos en semillas, fertilizantes y protección, se favorecería un 28% el potencial de la cadena, y habría una mejora del rinde de 35% en promedio”, prosiguió el consultor.
Por último, Cohan explicó que, de acuerdo al modelo desarrollado en la investigación, si cada departamento produjera según los resultados promedio de sus mejores 5 campañas, el área sembrada crecería un 83%; la producción total crecería un 75%; el valor agregado de la cadena crecería un 77%; se duplicaría la recaudación fiscal; las exportaciones pasarían de 1,5 mil millones a 5 mil millones; los mercados de semillas y agroquímicos crecerían entre un 50 y un 60%; y los fertilizantes un 70%.
“El crecimiento tendría derrames al interior de los eslabones de la cadena y todos los sectores, con distinta participación, se verían beneficiados”, concluyó.