Inflación, dólar y Lebacs, cómo impactan en los granos
Los anuncios macroeconómicos no tienen impacto positivo significativo en el negocio agropecuario. Por el contrario, vamos en dirección al precipicio del uno a uno.
Las nuevas metas inflacionarias proyectadas por el Banco Central y su política de tasas de interés por arriba de aquellas, no han cambiados sustancialmente la relación microeconómica. Nada ha cambiado, todo sigue igual y no hay impacto positivo significativo en el negocio agropecuario. Por el contrario, vamos en dirección al precipicio del uno a uno.
El pasado martes, la licitación del Banco Central colocó la tasa de interés de las Lebac en el 28 por ciento, una baja de apenas 75 puntos básicos, cuando el mercado esperaba 225 puntos de ajuste, como mínimo. La consecuencia: el dólar que venía subiendo previo al día de la licitación, arañando los 19,75 pesos y en busca de los 20, corrige en los 19 pesos y analistas ya prevén que podrá bajar incluso por debajo de ese nivel.
Dólar atrasado
El primer análisis es contundente; durante el 2018 continuará el dólar atrasado y la inflación seguirá en aumento, sustentada en la suba de los combustibles y tarifas. El éxito del modelo, si se lo puede llamar así, es ver si los precios no ajustan por inflación y no se trasladan a los bienes y servicios que cotizan en pesos; es decir, cautivos del mercado interno. Son bienes y servicios imposibles de reemplazar por importados, y por este motivo el productor se encuentra en un escenario que ya conoce. Aumento de los costos de producción en dólares, aumento en los rindes de indiferencia y caída en la rentabilidad.
Esta situación puede ser revertida por dos caminos: aumento de la productividad o aumento en el precio de las commodities.
El productor no maneja los precios internacionales, pero sí puede tener cierta incidencia en el aumento de la productividad. El tema central , y que debe ser el centro del debate, es si el aumento de la productividad es suficiente para compensar el aumento de los costos internos. Todo indica que hasta el momento esto solo es posible en modelos de alta tecnología y productividad.
Menos dólares
La política de dólar atrasado y altas tasas, durante todo el 2017, tuvo sus consecuencias y una de ellas ha sido la caída en el ingreso de divisas. El menor ingreso de divisas de la década registrado durante el 2017 coincide con un período en el cual los productores retuvieron el mayor volumen de soja de la década, a la espera de dos hechos que finalmente se produjeron: ajuste en el tipo de cambio y la reducción del 0,5 por ciento mensual de las retenciones a la exportación a partir del 1º de enero del nuevo año fiscal.
Si bien el tipo de cambio se ajustó hacia arriba a partir del conocimiento de las nuevas metas de inflación y tasas del Banco Central, la realidad nos muestra que durante la presente semana la licitación de tasas de Lebac se fijó en el 28 por ciento anual, retroalimentando una nueva baja del dólar.
Los productores no deben esperar sustanciales cambios en sus márgenes brutos, a menos que el precio de las commodities aumente durante el 2018 en un nivel suficiente para compensar la pérdida constante de competitividad, tanto a nivel productivo como en las exportaciones.
Datos
Durante el último trimestre de 2017, el productor vendió menos soja, a la espera de una mejora en el tipo de cambio y de la reducción del 0,5 por ciento mensual en las retenciones, a partir de enero.
De acuerdo con datos de las compras de la exportación y la industria aceitera publicados por el Ministerio de Agroindustria, entre las compras a precio y las fijaciones de los contratos a fijar, los productores vendieron hasta fin de diciembre un total de 39,18 millones de toneladas de soja.
Si consideramos que la cosecha total fue de 56 millones, el saldo sin vender en manos de productores o sin fijar, llega a un total de 16 millones de toneladas. Descontados tres millones de toneladas entre uso de semilla “propia” y un nivel de existencias finales razonables, el saldo neto sin vender sería de 13 millones de toneladas.
Este es el volumen que los exportadores y aceiteras tienen pensado comprar en los próximos tres meses –hasta que ingrese el volumen de producción de la nueva campaña 2018–, cambiando drásticamente el patrón de compras histórico, cuando finaliza una cosecha y comienza la otra. Por este motivo, el mercado de la soja disponible en las dos primeras semanas de enero se mantuvo muy firme, ante la incertidumbre que genera la falta de lluvias y su impacto en el volumen final de la nueva cosecha.
Fuente: Agrovoz