Pacto Verde Europeo marca un nuevo horizonte
Las nuevas exigencias en materia ambiental pueden significar una oportunidad para el país de hacer valer su bioeconomía.
Europa a partir de la revolución industrial y hasta la primera guerra mundial logra una productividad per cápita que genera el 35% del PBI mundial, luego comienza a crecer los EE.UU, y entre ambos fueron unas décadas el 55%, hoy la UE es el 15% y en una década será solo el 11%.
Aquel proceso industrial tuvo impactos reflejados en la enorme deforestación en la mayor parte de su territorio, la gran utilización de energía en base fósil importada de países con estructuras políticas adversarias; la gran contaminación ambiental con ejemplos como la lluvia acida, la eotrofización de los cursos de agua o la contaminación de los grandes ríos; también problemas de sus sistemas alimentarios como la irrupción de la Vaca Loca o los muertos por adulteraciones de aceites, carnes o con hortalizas orgánicas. Todos de una magnitud sin comparación salvo en China y algunos asiáticos de altísima densidad. No es casual que allí aparezcan hace unos años movimientos sociales y políticos que buscan a partir de potentes estrategias normalizar esas variables.
Además es muy importante agregar la inquietud política generada a partir de la gran crisis del 2008 que está carcomiendo las bases políticas con un gran avance del eurocepticismo y la derecha nacionalista, que por ejemplo estuvo a poco de llegar al poder en Francia cuando Macron ganó la presidencial. A ello hay que sumar el Brexit y la profunda ruptura que significó Trump.
Con este panorama la dirigencia europea con lucidez ha decidido reconfigurar profundamente este escenario que, en palabras de Max Bergmann, genera un «despertar geopolítico» de la UE, y según otros, una Doctrina Frank Sinatra donde la UE actué “a su manera”. Es decir ver el mundo con lentes propias; defender sus valores e intereses y generar poder, apostando a su influencia (leverage) basada en su mercado interior y su poder regulatorio.
El vector unificador es el Pacto Verde Europeo, la gran apuesta para reconstruir el contrato social, contener a las derechas nacionalistas, unificar estrategias y plantear un nuevo y presumiblemente potente renacer geopolítico. Fue lanzado en julio de 2019 como programa central de la Comisión Europea presidida hoy por Úrsula von der Leyen, reconfirmado pre pandemia en diciembre 2019.
Al decir de José Antonio Sanahuja: “El Pacto Verde Europeo no es solo una política sectorial de mitigación y adaptación al cambio climático, o de cuidado de la biodiversidad, es un programa ambicioso que busca lograr la neutralidad climática en 2050 y de distintas iniciativas para la descarbonización del mix de energía, vía fuentes renovables, como la solar fotovoltaica, la eólica marina o el hidrógeno verde; el tránsito a la economía circular, menos intensiva en recursos naturales; un programa masivo de rehabilitación de edificios para mejorar su aislamiento; la apuesta por la movilidad sostenible e inteligente; una estrategia de conservación de la biodiversidad y la reforma de la agricultura y del uso del suelo, con la estrategia «de la granja al tenedor». Para ello se desplegarán medidas de fiscalidad «verde» y correctoras del mercado, con la reforma del sistema de comercio de derechos de emisión. Finalmente, de manera explícita, el Pacto Verde plantea una amplia estrategia de política industrial en sectores como la energía, las tecnologías digitales o el automóvil, alentando la electro movilidad”.
Es también una estrategia de financiarización del desarrollo y la transición ecológica. Proponen nuevas fórmulas de asociación público-privada que tratan de asegurar la realización del capital a través de emisiones de bonos verdes e inversiones en energías renovables, en base a las finanzas sostenibles. También es la base de una diplomacia ambiental en los foros multilaterales y bilaterales estableciendo alianzas verdes, semejante a la cláusula democrática de los 80. Allí estará el futuro del acuerdo del MERCOSUR.
El 14 de julio se tomaron algunas decisiones importantes, si bien no se plantea dejar de impulsar la automoción se prohíbe a partir de 2035 la venta de automóviles con motor a gasolina, ya que solo podrán circular con energías renovables ; pasar de generar el 32% de energía renovable al 40% en 2030, como los edificios son responsables del 40% del consumo de energía y del 36% de las emisiones de GEI, deberán tener un 49% de su energía de fuentes renovables al 2030; aumentaran los impuestos al transporte aéreo, darán impulso al ineficaz Sistema de Comercio de Emisiones (ETS) de la UE, hoy el mayor mercado de carbono del mundo, donde todas las industria deben pagar por el derecho a contaminar. A pesar de esto los ambientalistas ya han mostrado su desacuerdo por considerar tibias estas medidas. La financiación de este enorme esfuerzo financiero provendrá en parte de nuevos impuestos sobre el sistema de comercio de emisiones y, quizás, la «tasa Google» y a las transacciones financieras, además del nuevo arancel externo al carbono (2023), todo basado en la emisión de C debe tener un precio.
La embajadora de la UE en Argentina Maio-Coliche ha declarado que “Conocemos que en Argentina también hay iniciativas que están en esta línea”, y que “Argentina tiene científicos, técnicos, campos, clima, sus exportaciones agrícolas han sabido lograr mercados en todo el mundo y seguro pueden aprovechar oportunidades a partir de esta transición verde”.
En este mismo sentido debería ser una política de Estado apoyar todos los esfuerzos que se hacen para medir nuestras huellas ambientales, ya que los trabajos recientes muestran que en Argentina son menores que en casi cualquiera de los competidores o de los propios europeos a pesar de estar ellos muy cerca de su originación.
Argentina requiere sin duda, al igual que la UE un nuevo contrato social, una geopolítica a la altura de estos tiempos, donde la Bioeconomía puede jugar un rol importante que ordene al resto de las variables de la Sociedad del Conocimiento, Ojalá tengamos al igual que en la UE la lucidez de entender y actuar.
Fuente: ClarÃn Rural