Pollo: el consumo vuela, pero la producción tropieza
La demanda de carne aviar ha llegado a equiparar a la de carne vacuna. Pero el presente para las granjas avícolas es complicado: venden por debajo del costo, debido a la fuerte suba de la soja y del maíz.
En las granjas avícolas, las dietas que se utilizan para engordar los pollos en general son similares y están estandarizadas: entre 60 y 65 por ciento es maíz; 30 por ciento, soja y sus derivados; y el resto, algún núcleo vitamínico.
Por eso, la evolución del precio de los granos es un factor fundamental que incide en la ecuación del negocio. Es lo que explica que, pese al fuerte aumento de la demanda de carne aviar ocurrido a lo largo de este año, el presente para los productores está lejos de ser de alto vuelo.
Algunos informes privados señalan que el consumo aparente de carne de pollo se ubicaría en los 50 kilos por habitante años. Es decir, habría equiparado e incluso podría estar superando por primera vez en la historia al promedio de consumo de carne vacuna.
De acuerdo con las estimaciones oficiales de la subsecretaría de Ganadería y Producción Animal de la Nación, entre enero y octubre el consumo aparente de pollo se ubicó en 44 kilos por habitante, en línea con la media de los últimos cinco años. En cambio, la demanda de cortes bovinos se redujo de 57 kilos en 2017 a sólo 50 kilos en lo que va del año.
En conclusión: pese a las diferencias que pueda haber en los parámetros de análisis, la realidad es que el pollo ocupa cada vez más espacio en el plato de los argentinos. Pero es sólo una foto con rostros sonrientes, dentro de una película no necesariamente feliz para la cadena avícola.
“El maíz, que lo pagábamos en marzo ocho mil pesos la tonelada, pasó a 16 mil. La soja, de 13 mil pesos a 27 mil. Y el precio del cajón de pollo varió muy poco, recién la semana pasada se empezó a acomodar y nos ha permitido asomar un poco la cabeza. La realidad para nuestra actividad está muy dura”, graficó Mateo Ligato, presidente de Pollos San Mateo SA, de Río Ceballos.
Según el productor, lógicamente el aumento del consumo es una buena noticia en este contexto, pero es apenas una aspirina en medio del fuerte dolor de cabeza que sufren las granjas avícolas al no poder equiparar los costos de producción.
“El consumo está a este nivel porque la carne está excesivamente barata y eso termina siendo un problema para nosotros. Una proteína animal al precio que se está vendiendo el kilo de pollo acá no existe en el mundo. Y a la par, el cerdo y la vaca están por las nubes”, explicó, por su parte, el propietario de una de las granjas más grandes de Córdoba.
Y completó: “Se anuncia con bombos y platillos el incremento de la demanda, pero estamos trabajando a quebranto, vendiendo un 20 por ciento por debajo del costo de producción”,
Para Ligato, lo que hay es una oferta muy grande de carne aviar que empuja los precios hacia abajo, motivada entre otras cosas por una caída de las exportaciones.
Otros factores
Las estadísticas oficiales lo confirman: mientras que entre enero y octubre la producción de carne aviar se elevó uno por ciento, los envíos al exterior se redujeron 10,1 por ciento en toneladas y 22,7 por ciento en dólares.
Del otro lado, sumadas las importaciones, el volumen volcado al mercado interno subió 2,5 por ciento.
“Hace unos años el mercado avícola se preparó para exportar más. Pero primero llegó la crisis de Venezuela y se cayeron los acuerdos con ese país, y ahora se sumó la pandemia como un aspecto negativo”, evaluó Ligato.
Otro factor que tiene un peso muy importante en la cadena es el ciclo productivo de las aves: desde que ingresan (el pollo BB) y se engordan hasta el peso de faena, el proceso tarda entre 45 y 50 días y no se puede “alargar” como sí sucede en el caso de los novillos en un feedlot.
“Todo lo que uno produce lo tiene que vender y al precio que sea. No se pueden guardar pollos en una estantería, no son un bulón o un tornillo”, graficó otro pequeño productor con granjas de engorde en el departamento Colón.
Ante la pregunta de cómo se sostienen, respondió: “Poniendo capital propio, liquidando reservas disponibles, sacando todos los créditos posibles y también dejando de pagar impuestos, como las cargas sociales, y ahora acordando planes de pagos por los meses atrasados”.
Una clave es que ante esta situación de vender por debajo del costo, muchos productores, sobre todo pequeños, han dejado la actividad y esa menor oferta coyuntural es lo que ha permitido una recomposición de los precios que acerca los valores a su punto de equilibrio.
Fuente: Agrovoz